Divinum illud munus (en español, Aquella divina misión) es la sexagésima tercera encíclica publicada por el Papa León XIII el 15 de mayo de 1897. En la encíclica, el papa León aborda "el poder residente y milagroso del Espíritu Santo; y el alcance y la eficacia de su acción, tanto en todo el cuerpo de la Iglesia como en las almas individuales de sus miembros, a través de la gloriosa abundancia de sus divinas gracias".[1]​ Como tal, sirve como uno de los precursores del renacimiento pneumatológico católico del siglo XX.§2

Antecedentes

El 5 de mayo de 1895, el papa León XIII se dirigió a todos los fieles con el breve Provida Matris,[2]​ recuerda en él el amor providente de la Iglesia manifestado en el deseo de que en el pueblo cristiano "haya una sola fe en los espíritus, una sola piedad en las obras"; ante la cercanía de Pentecostes[a]​ el papa recuerda a los apóstoles reunidos tras la ascensión del Señor, "perseverando unánimament en la oración con María, Madre de Jesús". Por esto considera excitar la piedad de los católicos para que en la novena de preparación de la solemnidad de Pentecostes, se dirijan a Dios, insistiendo en la oración: Envía tu Espíritu creador; y renovarás la faz de la tierra.[3]

Además, para aumentar los beneficios que los fieles obtendrán con esta oración, quiere añadir del tesoro de la Iglesia, indulgencias.

Contenido

Como Jesús explicó, la razón principal de su separación y vuelta al Padre, es los beneficios que recibirían sus discípulos con la venida del Espíritu Santo. Introduce así el papa el tema que va a desarrollar en la encíclica, y que se encuadra en las dos cuestiones que principalmente ha cuidado en su pontificado: restaurar la vida cristiana en la vida pública y fomentar la reonciliacion con la Iglesia de los que se han separado de ella. Para cumplir esos objetivos, nada mejor en la víspera de Pentecostes, que tratar de la admirable presencia y poder del Espíritu Santo,.

El misterio de la Trinidad

Con este fin, en primer lugar trata sobre el misterio de la Santísima Trinidad. El papa señala cómo la Iglesia, al tiempo que afirma la unidad indivisible de la Trinidad, atribuye al Padre las obras divinas en que sobresale el poder, al Hijo, las de la sabiduría y al Espíritu Santo aquellas en que sobresale el amor. Por esto, tras precisar los actos de adoración y culto debidos a la Trinidad, la encíclica trata del eficaz poder del Espíritu Santo, refiriéndose en primer lugar a la Encarnación de Cristo que, aunque realizada por toda la Trinidad, se atribuye como propia al Espíritu Santo.

El Espíritu Santo en la Iglesia

Con estas palabras la encíclica comienza la exposición del papel que desempeña el Espíritu de Santo en la Iglesia y en la santificación de las almas. La Iglesia, como medio de salvación debería perdurar hasta el fin de los siglos, y por esto el Espítitu Santo la alimenta y acrecienta, preservándola del error.. Explica el papa cómo actúa el Espíritu Santo en las almas a través de los sacramentos; la inhabitación en el alma en gracia, aunque corresponde a toda la Trinidad, se atribuye el Espíritu Santo; el hombre justo vive de la gracia y opera por las vitudes, pero el alma se fortalece y sigue más fácilmente las inspiraciones divinas, mediante los siete dones del Espíritu Santo.

Trato con el Espíritu Santo

Inicia así el papa la última parte de la encíclica, que contiene una exhortación al trato del Espíritu Santo. Empieza, por ello, considerando que es posible que algunos al hablarles del Espíitru Santo podrían contestar como hiceron algunos a San Pablo: que  ni siquiera habían oído hablar de él.[7]​ En todo caso, es necesario que los párrocos y predicadores  enseñen la doctrina del Espíritu Santo, evitando las cuestiones más complejas, han de recordar los beneficios que de él nos vienen, su presencia en el alma en gracia y, sobre todo,  que

Como un modo de fomentar esta devoción al Espíritu Santo, recuerda el papa que dos años antes, por medio del breve Provida Matris recomendó para la solemnidad de Pentecostes algunas oraciones al Espíritu Santo por la unidad de la Iglesia. Quiere ahora decretar que, en todas las parroquias y en los demás templos y oratorios a juicio del ordinario, a la fiesta de Pentecostes[b]​ preceda aquella novena. Concede además amplias indulgencias a los que asistan a la novena, o impedidos legítmamente para acudir a un templo, hagan privadamene la novena. Además, todos pueden lucrar nuevamente esas misma indulgencias los que, en privado o en público, renueven las oraciones al Espíritu Santo cada día de la octava de Pentecostés hasta la fiesta inclusive de la Santísima Trinidad.[11]

Termina la encíclica acudiendo a María, esposa del Espíritu Santo, para que con su patrocinio realce nuestras oraciones y se renueven los prodigios que celebró David: Envía tu Espíritu creador, y renovarás la faz de la tierra.[3]

Véase también

  • León XIII
  • Encíclicas de León XIII
    • Mystici Corporis Christi
  • Portal:Iglesia católica. Contenido relacionado con Iglesia católica.

Notas

Referencias

Enlaces externos

  • Divinum illud munus at the Vatican website

Divinum Illud Munus PDF espíritu Santo Cristo (título)

DIVINUM ILLUD MUNUS ENCYCLICAL OF POPE LEO XIII ON THE HOLY SPIRIT

Illud Divinum Insanus Morbid Angel

Leon XIII Divinum illud (O Duchu Świętym) Sklep wolnościowy 3DOM

Divinum myvaud